GRACIAS MIGUEL

Andaba cabizbajo por la ciudad. Pedro estaba literalmente absorto en sus pensamientos. Últimamente la musa de la inspiración, vagaba por otros lares ajenos a él.
Fruto de su escepticismo, arraigado en su persona desde hacía varios meses, pensó, no sin cierta ironía, que dada la situación actual, dudaba entre encomendarse al cielo o irse de ermitaño a algún recóndito lugar del planeta.
Y es que, trabajando de articulista en un periódico la cosa pintaba seria. Cómo hablar sobre Miguel Hernández, si su mente se hallaba aletargada en un limbo de dudas y confusión.
He aquí el asunto: Su jefe, el cual todo sea dicho estaba preocupado por el bajón literario de Pedro, le había propuesto un artículo sobre el célebre escritor, con la esperanza de hacer renacer en el empleado esa chispa, de ingenio y versatilidad, que caracterizaba su manera de escribir.
Y Pedro meditaba y meditaba sobre que contar de alguien tan laureado, y de quién se había hablado tanto ya.
La ventaja de vivir en un lugar de playa- pensó- es que puedo irme a pasear e intentar relajarme.
Y allí, entre la brisa y la espuma, entre la sal y el sol brillante, con la inmensidad de las olas como telón de fondo, se produce el encuentro que modelará esta historia. Pedro conocerá a alguien muy especial que marcará su destino. Esta es su narración:
“En un mar de agua dulce y salada
de playa extensa y delicada,
Caminando voy por la arena
con calma suave y serena.
Resuena en mi cabeza un nombre
presiento que de un gran hombre.
Me cuenta su trayectoria
de pena y también de gloria.
Es chiquillo de mirada inquieta y absorbente,
de rasgos maduros y sonrisa benevolente.
Traza con esmero su ansiada carrera,
poco a poco sube la escalera.
Hasta la cima llegará
y el éxito conocerá.
Ahora, entre sombras le veo desterrado,
por el pecado de ser honrado.
La cárcel es dura y mordaz,
pero tiene un talento audaz.
Ante el no puedo sino quitarme el sombrero,
porque es todo un caballero.
Me enseña su gran obra
y todo el sentido recobra.
Quedo boquiabierto de emoción,
ante tamaña creación.
Quiero saber quien eres,
dímelo, ¿Quieres?
Tengo el nombre de un arcángel maravilloso,
bueno y muy poderoso.
Juego a tu adivinanza,
eres vino de crianza.
Soy la nana y la cebolla
soy el pan y soy la olla.
Eres Miguel, gran poeta y señor
de voz duradera como un ruiseñor.
Tan bien has acertado,
que me has encandilado.
En el horizonte anochece
mientras mi exaltación crece.
Adiós Miguel, encantado de encontrarte
Prometo, este artículo dedicarte”.

Firmado: Pedro García para el Periódico La Ilusión.