GATO

Tu mirada vuelve a ser transparente,
te presiento tranquilo y confiado de nuevo.
Antaño, tus ojos andaban velados
perdidos en los vericuetos de la angustia pasada.
Sentí que te alejabas de mí,
me observabas retraído desde un rincón
y sin darte apenas cuenta,
me hacías revivir tu dolor mal disimulado.
También yo estaba allí…
justo en el momento en que paró tu reloj,
para zambullirte en las sombras,
de la desazón y las dudas,
de sí habría un nuevo despertar.
Y lo hubo gato de espuma,
de nieve, de glaciar e iceberg.
Volviste presintiendo que yo te esperaría
y tú agonía se tornó la mía,
en la lentitud de las horas,
en que tú herida sangraba
y mi corazón se encogía,
como si un invisible puño lo atrapara.
Decidiste, en ese fugaz instante
devolverme la calidez amarilla,
que emanaba cual sol de tu vista,
inmensamente cansada.
Tocaba curar con cariño,
el zarpazo que te dio la vida,
pero estabas de vuelta a mi lado
y eso lo compensaba todo.
Quédate conmigo, susurré bajito
y un tenue maullido tranquilizó el ambiente,
de bisturís y agujas demasiado grandes,
para un cuerpo tan pequeño y frágil.
Hoy, reímos ante la ausencia
de tan llamativa cicatriz,
aún sabiendo,
que en el fondo de tu corazón gatuno,
todavía revives aquel delicado momento.
Entonces retornas del lúgubre exilio,
y tus bigotes se componen,
mientras acaricias con delicadeza mis piernas.
Has regresado y no hay mejor regalo para nosotros.
Mi querido gato, bandolero y delicado caballero,
eterno superviviente y perfecto ejemplo,
de las 7 vidas que conmigo
me propongo que elijas vivir.
Te has ganado con esmero,
el título de valiente guerrero,
que en el fondo siempre has sido y serás.

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